viernes, 22 de julio de 2011

Ensayo. La heterogeneidad del beso.

Bocanada. El humo se escapa de la boca de un hombre que toma café en un establecimiento en el centro de la ciudad; parece que la boca y las partes que la componen se vuelven uno con el humo entre cada fumada de tabaco quemado. El humo y los labios, el humo y la lengua; el humo pasa por la faringe hacia los pulmones; finalmente sale expulsado y causa una oleada de placer en el sistema nervioso. El café parece cumplir el mismo objetivo, sin embargo, hay un problema, ya que nunca lograrán ser una misma cosa la boca y el humo, ni la boca y el café. ¿Es así un beso?
Para todas las culturas, el beso es la señal inequívoca de amor; es el primer contacto filial y erótico que existe entre los seres humanos. Platón dice en El Banquete que durante el discurso de Aristófanes, el sabio habló de seres con dos caras, cuatro brazos y piernas; tres sexos existían entonces: el masculino, descendiente del sol, el femenino, descendiente de la tierra y el andrógino, descendiente de la luna, que participaba en ambos. La arrogancia de estos seres provocó la ira de Zeus que, para someterlos, los dividió con su rayo, convirtiéndolos en seres incompletos y condenándolos a anhelar siempre la unión con su mitad perdida. El beso sería esta primera búsqueda de unión entre los seres incompletos que intentan volverse homogéneos con su otra mitad. 
En la realidad, para dos que se besan, esta fusión parece imposible, tan imposible como la homogeneidad del humo del tabaco con la boca. El beso es una mezcla heterogénea entre dos sustancias distintas que intentan desesperadamente juntarse.
En la extensa tradición literaria occidental, sobre todo en Latinoamérica, se ha manejado acertadamente la metáfora de los amantes como el choque del mar en los peñascos, al referirse a las turbulentas pasiones; y a las suaves caricias de las olas sobre la arena al referirse al amor plácido. Un beso puede ser comparado con un oleaje que apenas rosa la arena en un murmullo salado, sin embargo, la arena y el agua jamás logran juntarse y de igual forma los amantes que se besan; saben que este contacto es efímero y es esto lo que adolece a los poetas y lo que adolece a los receptores de la poesía: la imposibilidad de la unión permanente con el amante y es ahí es donde radica la importancia y la trascendencia del beso. Este será siempre motivo de espera impaciente y de culminación afable; de desesperación y angustia; de celos y odio; de amor y entrega, ya que en él se combinan todas las ambiciones y anhelos del ser humano. Aquel que desespera por un beso, es por que lo desea encarnizadamente y  no lo obtiene; de igual forma aquel que disfruta de él es por que sabe que lo posee de los labios amados indeterminadamente y aquel que sufre celos por él es por que lo ha perdido y es otro quien disfruta del contacto efímero de unión con el amante perdido. Ni siquiera el contacto sexual llega a producir un efecto tan emotivo como el de un simple beso, y de hecho, el contacto sexual prácticamente se nulifica ante la carencia de besos. “Un mundo nace cuando dos se besan” sentencia Octavio Paz en Piedra de sol. Y de cierta forma esta metáfora es totalmente acertada, ya que es, a partir de un beso, que los enramados sociales que construyen el mundo y el futuro se entrelazan. El mundo que nace es el mundo que se crea a partir de ese beso deseado y obtenido; inclusive la madre que besa a su hijo al nacer, le da la bienvenida y todas las expectativas deseadas a través de un beso y es el beso de la madre a su hijo ese vinculo que aun le aferra a su carne. Para Bonifaz Nuño, el beso es un desdoblamiento de elementos, pero a la vez es el todo y es la nada, es simplemente aludir al sabor señalado.


Como fruta que se disuelve
Contra el paladar sus alas

El contacto de dos bocas esta inmerso en el la totalidad de los sentidos que se elevan y de los que aun apagados se encumbran, por ello es que se cierra los ojos cuando se besa con verdadera pasión, como si en esa negrura se encontrase la luz. Sin embargo, sigue siendo heterogéneo pues no se culmina la fusión de los seres que se aman.
La negación de beso es el enclarecimento de esta dolorosa realidad, pues en ello recae el saberse agua o arena. Cuando se niega el contacto amoroso, es porque se sabe uno distinto al otro elemento, se sabe heterogéneo y esta verdad nos conduce a saber que la arena no ha de juntarse con el agua jamás. De la misma forma es el sentirse rechazado, sentirse heterogéneo con el ser que le rechaza el vinculo de unión.
Para Freud, el besar y el fumar son cosas que  remiten a la etapa oral, por consiguiente son causa de placer igualmente satisfactorias para el Ello y es por esto que el hombre sigue inmerso en si mismo, incapaz de fusionarse con el objeto deseado (el amante en este caso) por más que lo intente, imposibilitado a que sea un beso la causa de la homogenización amorosa, y es por eso que besa desesperadamente, para encontrar la salida a ese laberinto y encontrar finalmente a su otra mitad, aquella que le despojó Zeus cuando los partió con un rayo. Y lo sigue buscando sin encontrar nada, tal vez por eso es que se espera en un café, mientras a un cigarro le da una bocanada. Bocanada. Boca…. Nada.

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