martes, 24 de mayo de 2011

Poema al bicentenario.

            Primera Centuria.
I
Dolores de parto en la tierra,
grito en el vientre de la virgen,
china cambuja, sambaya, albina.
No habrá más Bula de Cruzada,
ni mesnada, ni la alcabala
para el criollo oligarquía.
Lamentos castizos y moriscos
aullidos coyotes y mulatos
ahí t’estas con la negra antorcha
torna atrás con machetes pasos.
Dolores de parto que se parten
en las costillas de Guadalupe
donde apuntan los fusiles, gritos:
Grito de Dolores, en el nombre
del padre, del hijo cinco hijos,
¡Muera el reino de Hispania!
¡Que la Iberia se sumerja trémula!
¡La razón del Insurgente viva!
¡Arremeted contra los que fueron!
¡Contra esos que no serán más!
La pétrea carga entonces va
sobre las vertebras de tortuga,
apócrifa.
Conseguir un coito iracundo,
pierden toda castidad las castas
entre los muslos de las naciones,
que ya nacen.
Aves de carroña contra hienas,
se devoran sin ojos, sin almas
buscan vengar afrentas las unas,
defienden la corona las otras.
Y las contracciones por fin triunfan
sobre el ocaso de un imperio
y el amanecer de la serpiente,
águila emplumada de sol.
El sol que nunca divisará.
Pero donde se triunfa, ahí,
verán expuestos los blancos dientes
y las cuencas vaciadas por cuervos,
en las cuatro jaulas las cabezas
muertas de oprobio excomunión.
II
La fe impera en la nación,
sentimientos en tinta-papel,
ya es María y sus tres letras.
AEQUE VICTRIS.
 OCULTIS ET UNGUIBUS.
La cabeza que cubierta clama,
sigue en brama la perra de guerra,
es en la playa su nuevo celo
es en el fuerte su sitio ya.
Se envenenan las aguas vino,
los cueros mojados se devoran
Iberia empuja con la pólvora,
hambruna y sed que no se sacia…
pero hace de ella derrota.
Se alzan esas, las voces patrias,
horrísonas, como las victorias
que se opacan detrás de cerros.
Se caen las letras de María,
queman las banderas Guadalupes,
masónicas,
indias, criollas, chinas y mestizas,
castizas, mulatas y moriscas.
De tierra y cenizas los puños,
se precipita el plomo fuego
gastando a las pobres defensas.
Vuelto espaldas el adoptivo padre
perforado por pulidas balas
execrado de su lucha y sangre.
Ni las altivas mujeres vuelan,
ni el español la salvará,
la causa
al cerro del bellaco debido.
Guadalupe y María caen
para dejar sin fe el banquete de Ares.
III
Son los montes verdes, imponentes,
donde le queda una copa al banquete
El vino proviene de la selva,
donde el que vence no se oculta, no,
resiste, para beber del vino.
El que es segundo intentará
indulgencia
minar en el miocardio selvático,
mandando, al primero que no es,
pero que será aquel primero,
tras de que los sendos corazones
y los brazos y pechos hipócritas
en Acatempan montes se fundan.
A los invasores se expulsan
y se le bautiza al no nato,
hijo de las sangres nada ciertas;
aleación de la piedra y acero.
Y de libertad es ese pacto
y el parto de tres garantías
Como las tres letras de María,
Guadalupe
Serán como las castas los criollos
Serán como los criollos las castas
¡Mentira!
De las traiciones, consumación y nuevo nacimiento.

Segunda Centuria.
Tierra, tierra, tierra decadente
águila sin permanente vuelo
Mutilada fuiste, toda tú
por esos lejanos codiciada,
por belicosos del norte y este;
décadas de odios interminables.
Presa de lobos hechos con sangre
Prisionera de toda traición
Esclava de uno de tus hijos,
del fratricida, del Caín
que del águila hizo su trono.
¡Levántate tierra! ¡Vuela! Alza
los laureles que no te coronan
emplumada águila serpiente.
Borrascas mentiras potosinas
hacen eco desde aristócratas,
esotéricos, cabalísticos,
de nepente dulce son dadores.
Evolución que evoluciona,
ciclo de un eterno retorno,
se levantan los campos entonces
Tierra ennegrecida, rojiza
y la dorada arena desértica;
él, hombre sobreviviente Curley
de siete leguas contrabandistas;
el sureño azote, es indio
sobre un mestizo Alazán.
Cuatro lanzas sobre el dictador,
rumbo al este expulsado, muere,
al tigre deja en libertad
                                 Tigreáguila
II
Diez solesluna de felonía
atroz extirpación en el cuello
y pupila no cristalizada
el abyecto arrebata luz
                                 delirium tremens
y suelta la bestia furiosa
herida de falsas promesas
                                 no cumplidas.
Otra vez las lanzas son lanzadas
hacia el espurio corazón
que se vierte en vasos alcohólicos
encumbrando su cobardía.
Más, la inercia de las garras cobra
la deuda, en que la ambición
ha forjado su cruento tormento.
Cañones y cargas de caballos,
                                 hombres,
metrallas nutridas en la tierra,
vapor de maquinaria guerrera
con piernas de hierro cabalgando,
los filos de bronce cortan carne,
los descalzos pies sangrantes,
las botas pisan los escorpiones,
los templos repican con campanas,
mientras los hermanos se asesinan.
Son caínes hijos de la tierra
y uno a uno se apuñalan,
y el Atila vuelto suave vaina
como un santo es ultimado
al tiempo que su marcha termina.
El eterno retorno retorna
y el ídolo escribe leyes,
se hace pacto con los demonios;
Saturno devorando a sus hijos
para morir, por su primogénito
que en la sierra abre sus entrañas.
III
La falsa paz ilumina todo,
cachorro de tigre desdentado
amansado a punta de fusil.
Sólo falta la cabeza rala,
la del centauro que se resiste.
Manos cobardes, apuntan miras
¡Parral!
¡Fuego!
Inmerso dentro del animal
en sepulcro y tumba metálica
donde la muerte le antojaba,
encontró su deceso el Pélida
el último.
IV
El hombre levanta fina hoz
calladas las voces campesinas
indias, criollas, chinas y mestizas
castizas, mulatas y moriscas;
de dos partos el Estado nace,
el dulce oprobio hace fiesta,
del dolor de parto que se parte
de las tres letras de María
Guadalupe
se hace fiesta.
Se festeja con la sangre vino
que con colores da embriaguez,
celebraciones de los olvidos
banquetes de costras purulentas
fina memoria deslavada
me-moría
gritó la tierra
la sangre
se hace fiesta
a los monumentos
al héroe
falaz
se hace fiesta.

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